jueves, octubre 25, 2007

CUMPLEAÑOS FELIZ...





Felipe Calderón celebró sus 45 años tomando el sendero abierto por Vicente Fox: se niega a informar sobre su fiesta amparándose en la “inexistencia” de la información. A partir de las tres de la tarde del viernes 17 de agosto empezaron a llegar a Los Pinos los 300 convidados al cumpleaños presidencial. Entre ellos iba un número indeterminado de funcionarios que se tomaron la tarde de un día laboral. A la periodista de El Universal, Lilia Saúl, que preguntó por los detalles del ágape le respondieron que la información era “inexistente” porque fue un acto privado. De haber sido el caso el banquete hubiera debido realizarse de otra manera y no en la residencia oficial, con personal del Estado Mayor Presidencial y con músicos de la secretaría de Marina (Reforma, 18 de agosto del 2007). Quien ingresa a la vida pública acepta ser escudriñado, pero, ¿en dónde está el límite? La respuesta varía dependiendo del tiempo y el espacio. Las reacciones al divorcio del presidente francés Nicolas Sarkozy confirman que en Francia son relativamente respetuosos de la vida privada mientras que en Estados Unidos diseccionan y publicitan cada milímetro de la existencia y cada tropiezo de sus gobernantes. En México pasamos del hermetismo a un destape desordenado con reglas poco claras. La aprobación de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información (abril 2002) abrió las compuertas de la información pública y eso nos ha permitido acercarnos al mundo de los poderosos y constatar que aun cuando todos alaban la transparencia reculan y hacen lo posible por evadirla cuando están en juego sus intereses. El cumpleaños de Calderón confirma el patrón: el presidente se refugia en la “inexistencia” de información cada que enfrenta hechos incómodos. Lo hizo cuando le preguntaron en qué documento respaldaba su afirmación de que la indígena Ernestina Ascencio había muerto de una gastritis crónica no atendida. Responder que la información “no existía” era una forma de cubrir las espaldas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y/o la Secretaría de la Defensa Nacional y/o el Gobierno de Veracruz. Tampoco puede creerse que alguien tan obsesionado con el control como el actual presidente carezca de los registros, los inventarios o las bitácoras de los millones de documentos oficiales que Vicente Fox y Marta Sahagún se llevaron al rancho. Calderón le aprendió la maña a Vicente Fox quien fue maestro en el arte de refugiarse atrás de la inexistencia de documentos. Cuando ganó la Presidencia, Fox se comprometió a convocar a los más capaces y a su oficina de transición llegaron miles y miles de solicitudes y el guanajuatense encargó a los “cazadores de talentos” (headhunters) hacer la selección. Cuando pedí la información sobre el episodio se resistieron lo más que pudieron para terminar refugiándose en la archicitada “inexistencia”. Nada guardaron, nada quedó, de la heroica búsqueda de los mejores y los más brillantes.En Los Pinos sólo pudieron localizar 22 fotocopias de recortes de prensa. En el crepúsculo del pasado Gobierno se aclaró el misterio. Desde las filas de la comentocracia brotó un texto de Jorge G. Castañeda quien aclaró que “para todos fines prácticos no hubo headhunters. Mi experiencia personal fue más o menos la misma que la de otros. Unas tres semanas después de haber sido invitado a colaborar con Fox en su Gobierno, a mediados de octubre de 2000, me habló Ramón Muñoz para pedirme que recibiera a un headhunter, que según Muñoz, debía entrevistarme para cumplir una promesa. En vista de que Fox se había comprometido a utilizar este recurso o filtro, todos debíamos contribuir a taparle el ojo al macho”. (“Aguas: que no cuenten cuentos”, Reforma, 18 de octubre de 2006). Así pues, podría asegurarse que la farsa de los headhunters fue la primera capitulación de Fox. Vicente Fox tampoco entregó información para establecer qué tanto abusó la pareja presidencial de los privilegios del cargo. Pese a que la señora Marta utilizaba recursos públicos, Los Pinos se negaba a entregar información diciendo que no era servidora pública e invocando la “inexistencia” de comprobantes. Por ejemplo, no existen los recibos de los gastos por transporte aéreo y terrestre, hospedaje, alimentación y teléfonos realizados por Marta Sahagún y los 17 integrantes de su comitiva que fueron el 13 y 14 de marzo de 2006 a una exposición en Washington (“Divina y Humana. La mujer en los antiguos México y Perú).Marta y Vicente se ofenden cuando se les crítica, pero son reacios a entregar la información que los exonere de la evidencia que los coloca en la categoría de vulgares coyotes. Por lo arraigado de la cultura presidencialista es probable que el ejemplo de Vicente, Marta y Felipe esté alentando las declaraciones de “inexistencia” de información. En agosto de 2007 ya eran casi 10 mil las veces que algún funcionario recurría a esa puerta de escape abierta por la ley. Es un problema perfectamente identificado por quienes se interesan en la transparencia y por el Instituto Federal de Acceso a la Información que decidirá en alguna de sus sesiones próximas si deja en la penumbra la información sobre el cumpleaños del presidente. Es también un ángulo que deberá atender el Congreso cuando ajuste la actual Ley a las recientes reformas hechas al 102 constitucional. No estamos ante un asunto menor. En lo que llevamos del siglo 21 los gobernadores, los partidos y los oligopolios se han hartado de ganar dinero y poder, mientras que el acceso a la información es una de las pocas palancas que tiene la ciudadanía para exigirle cuentas al poderoso. Utilizar la “inexistencia” de información cancela esa posibilidad e impide conocer, por ejemplo, todo el sistema de privilegios que concede la secretaria de Educación Pública al magisterio o las minutas detallando el papel jugado por funcionarios de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores sobre la venta de Banamex al Citigroup. Estoy entre quienes consideran que debe respetarse a la vida privada de los políticos, pero es lamentable que el presidente la invoque para defender una fiesta de cumpleaños pagada, al parecer, con recursos públicos. Es inquietante que lo haga aprovechándose de uno de los huecos más grandes de la Ley de Acceso a la Información y confirmando que la “inexistencia” de información se ha convertido en parte integral del himno a la opacidad y a la impunidad.

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